martes, 15 de abril de 2008

Nuestra Conmemoración 2008



¡Qué rápido pasa el tiempo! Vengo con una dosis extra de decaimiento y agotamiento que no me dejan hacer nada. Estoy tan atrasada en todo que ni siquiera les he podido comentar algo de nuestra Conmemoración. Así es que, aquí vamos:

Justo que estaba tan contenta de que el Otoño había entrado vestido de veranito…zas!...al otro día, cuando mejor tenía que comportarse el clima para no estorbar la asistencia…¡llovió todo el día! ¡Y a la hora de la Conmemoración, peor!

Bueno, con todo, pudimos disfrutar en familia de esta ocasión tan especial, junto a mis padres, esposo e hija; mi hermana, cuñado y sobrino van a otra congregación. No sabemos cuántas veces regresarán Nisán y su luna antes de Armagedón, así es que apreciamos mucho el poder adorar juntos en particular esa noche tan sagrada, sabiendo que tantos amigos y hermanos que amamos y conocemos por ahora sólo por este medio, también estarían en los mismos afanes, con el mismo amor y gratitud por el sacrificio que nos rescató.

En nuestra congregación somos 72 publicadores y la asistencia fue de 167, hubiera sido mucho más si el clima se hubiera comportado un poquito mejor, pero lo mismo fue más del doble de publicadores. Pero el clima dentro del Salón no dependía de lo externo y la emoción de estar allí y recordar todo lo que implicó el sacrificio de Cristo, el legado tan inmenso de amor que Jehová nos dejó al hacerlo posible, todo lo que está envuelto, la Santificación del Nombre y vindicación de la Soberanía de Jehová, nuestra vida presente y futura…la Esperanza…son tantas cosas que agolpan el pensamiento y uno quisiera retener esos momentos especiales por más tiempo.

Mi esposo estaba encargado de los preparativos, él amasó y el horno de casa otra vez coció el pan ácimo para esa noche especial. Damita se sumó al grupo que limpió a fondo el Salón y mi mami y otras hermanas se encargaron de las flores y estuvieron desde la mañana cuidando que todos los detalles quedaran listos.

Yo no puedo ayudar ya, pero, aquí entre nos…al menos pude tener la satisfacción, íntima y chiquita, de haber tejido a crochet el mantelito blanco sobre el que se preparó la mesa. En cierto modo, no deja de ser un privilegio y lo agradezco de corazón.

Tengo pendiente desde hace años, terminar un mantel más grande, es en filigrana: contando cuadrito por cuadrito y formando dibujos, tiene 12 cascos o secciones y al final de cada una, una mariposa. Se me acabó el hilo a mitad de las mariposas y lo dejé así porque no conseguía el mismo hilo para terminarlo. Pero, espero poder hacerlo de una vez y que esté listo, tal vez, para otra ocasión tan especial.

No nos sacamos fotos, no quiero aparecer en fotos hasta no tener un aspecto más normal (lo que a este paso, será sólo en el Paraíso), y Waldo tenía que trabajar al salir del Salón.

Pero aunque estuvo toda la noche en pie en el trabajo, por la lluvia no pudo disfrutar de ver la Luna que tantos mensajes y evocaciones nos trae esa noche….evocaciones como esta:



Luna del Memorial


La milenaria luna que calca nuestras sombras,
vuelca una leve lámina de plata diluida
sobre la calle quieta, tendida a nuestros pies;
y la mente se interna en las épocas idas,
¡porque hoy es catorce de Nisán otra vez!

Caminaremos despacio, conversando en voz tierna,
para estirar el goce de la única fiesta.
Se habla de caras nuevas en el salón colmado,
del sentido de urgencia, del trabajo que resta,
de lo que prefiguran las sombras de pasado.

¡Cuánto significado tienen hoy los recuerdos!
- Un ángel que revista la nación retractora.
- Un pueblo que levanta la masa sin leudar.
- Un éxodo que empieza mientras Egipto llora.
- Y después, un ejercito que se hunde en el mar!

Jehová cumplió con Abraham su amigo,
cuando fue su simiente a redimir.
Y esta histórica luna, como mudo testigo,
asomó su faz plena para verlos partir.

Después de quince siglos apareció el Mesías,
Cordero inmaculado que dividió dos eras
y dejó junto al río del tiempo su mojón.
Desde entonces su sangre, pura, imperecedera,
señala los dinteles de nuestro corazón.

El desierto del mundo es largo y fatigoso,
su sacerdocio, al frente, se ajusta a las pisadas
que él marcó en su carnal investidura,
pues Dios nos dio en Jesús representada
la dimensión cabal de su ternura.

Nuestra sinceridad, como el pan ácimo,
sin leudados dobleces se despliega.
Hierbas amargas de tribulaciones
son porción asignada con la entrega
de las más elevadas bendiciones.

Tajeando el espesor de las tinieblas
está el pilar de su presencia en fuego.
Marchamos por las senda angosta y recta
y queremos seguir sordos y ciegos
a todo lo que estorbe nuestra meta.

América jadea bajo una falsa calma.
Europa arrulla al vicio con un cantar obsceno.
Asia y África claman por arroz y paz.
Corre sangre en las tierras que pisó el Nazareno.
Donde hay banderas rojas Dios no se nombra más.

Ya Nisán y su luna volverán pocas veces
antes del día grande de la liberación,
cuando crucemos juntos, con temblorosas preces,
un “Mar Rojo” de sangre, llamado Armagedón.


Álef Guímel