lunes, 25 de julio de 2011

Tarde de Domingo




Domingo por la tarde. 25.5 C° de temperatura. El sol se lució todos estos días regalándonos anticipos de primavera en pleno invierno. A Waldo le tocó trabajar en este horario. Damita se fue al cine con un grupo de hermanitos de la congregación. Mis papis estudian en la cocina el material para las próximas reuniones. Lulita, nuestra gatita, disfruta de los últimos rayos de sol en el patio antes que la luna y las estrellas tomen su turno en este cielo sureño.

Salí unos minutos a acompañarla. Me senté en un banquito de cemento que hizo papá para tapar un cantero que antes  se llenaba de flores pero que con los años mi mami ya no puede atender.

Parece que llegué justo a tiempo para una fiesta de pájaros que iban y venían de los árboles del vecino a nuestra tapia. Lulita los miraba atenta, lista por si acaso alguno se atrevía a bajar. Pero ellos también la veían y seguían con su jolgorio de trinos endulzando el aire, fuera de su alcance.

Creo que ellos también me veían, claro, no sólo que estaba sentada allí, sino  lo que llevo adentro, y por eso hicieron tanto alboroto alado…para que los viera. Porque saben que los amo.

Fueron sólo unos minutos en el patio, como para que no termine el día sin haber visto su luz. Pero bastaron para llenar de alegría y color esta tarde de domingo.

Ya he vuelto a rincón. No hay nada en la tele para ver. No hay problema porque ni la veo. (Estoy escuchando la Despertad! de Octubre en MP3). Tengo mucho trabajo que hacer. Ya estoy a la mitad de la colcha a crochet que estoy tejiendo y es mejor que me apure a terminarla antes que se vaya el frío pues después no podré tenerla encima mientras voy uniendo los motivos. Es muy calentita. Ya está grande y me cuesta trabajarla. Pero estoy contenta. Mi mami trataba a toda costa de persuadirme para que no la tejiera, quería que sólo hiciera una mantita chica para la silla de ruedas, porque dice que es mucho trabajo.
Pero paso todo el día aquí y quiero ver algo bonito, adornar mi entorno, sin contar la satisfacción de trabajar con las manos. Les dejo una foto de cómo vamos con la colcha hasta ahora.

En la Reunión de Servicio de esta semana Waldo tuvo una parte donde necesitaba una demostración de predicación informal en un marco realista y tuve el privilegio de participar. La hicimos con mi mami en un marco que uso siempre que puedo: al pasar por una casa veo a la señora trabajando en el jardín y me detengo a disfrutar de sus flores e intercambiar comentarios sobre plantas. Entonces le digo que el hecho de que nos gusten tanto las flores es una muestra más del propósito de Dios para la Tierra. Él nos hizo así, con el deseo de vivir para siempre en un jardín, en la tierra convertida en un paraíso. Luego le muestro un tratado con sus bellas ilustraciones mientras le menciono un texto.

Mamá preparó un pote blanco de esos de helados a modo de maceta y unas cuantas flores artificiales. Hasta se puso unos guantes para la ocasión. Dicen que quedó todo muy real y natural.
 Pero sobre todo, el gozo de poder estar presente y aun participar…y con mi mami…y con Waldo. Les dejo fotito. Ese día también estuve asignada como ama de casa de Damita en su discurso. Estoy muy contenta y agradecida a Jehová. Por cada día…

¿Los dolores? Siguen. ¿El agotamiento? Sigue. ¿Las ganas de vivir? ¡Siempre!
Y aquí estamos…compartiendo una tarde de domingo, simple, sencilla…pero feliz…con el canto de pájaros que guardó el alma…y junto a ustedes…



sábado, 16 de julio de 2011

Tejiendo...mantas, recuerdos y esperanzas...

Entre los recuerdos más preciados de la infancia están esos pocos días en que dejábamos atrás la ciudad para  visitar a los abuelos en su finca en el campo, a unos 110 km de aquí. Era una casa muy grande, rodeada de enormes árboles de naranjos, no sé a qué variedad pertenecían, pero era un deleite pasear debajo de ellos, o sentarse a su sombra a escuchar el canto del viento en sus hojas…los pájaros elevaban sus trinos llenando el aire de canto, mezclado con perfume de azahares y sueños.
En la entrada había un viejo portón de madera, como esos que se ve las películas en los ranchos ganaderos australianos.
Una acequia atravesaba los campos para riego, contorneaba el terreno: a la entrada y por el costado. Hermosas plantas de Hortensias adornaban su paso.  Detrás de la casa había una finca de naranjos y algunas mandarinas brasileñas, exquisitas.
Se perdía la vista en los cañaverales, los cultivos de papa, pimientos, tomates y toda clase de verduras.
Me gustaba subirme a los árboles para ver el atardecer desde sus ramas…son imágenes, momentos que quedaron para siempre grabados en las pupilas y el alma…
Del otro lado de la finca vivía mi bisabuela, “la abuelita Corina”. A ella le encantaba tejer a crochet y guardo como preciado tesoro un cubrecama que hizo ella en hilo de algodón rústico, hilo piolín.
Hace más de veinte años que no he vuelto por esos rincones cargados de belleza y recuerdos queridos. Ya no están los abuelos y a la casa ahora van de vez en cuando unos tíos que la compraron.
Siempre quise hacer una colcha tejida, como las que hacia la abuelita Corina, era una materia pendiente y ahora estoy embarcándome en ese proyecto, algún día espero terminarla. Recién empiezo, les dejo una muestrita en la foto de arriba, es en cashmilon semigrueso blanco, y rosas rojas.

Se escurre el tiempo…
De las cosas importantes de ayer sólo van quedando ecos que persisten en la mente, que los resguarda el corazón…
Se escapa el pensamiento hacia esos atardeces en que esperaba ver cómo el sol a dormir iba detrás de los frondosos cerros.
Los oídos quieren rescatar del pasado esas mañanas en que la algarabía de pájaros reclamaba que saliera a su encuentro antes que los primeros rayos de sol entraran por la ventana.

No sé si en realidad las cosas que amamos, los detalles hermosos de la vida…¿pasan?...
Creo que más bien se quedan para formar parte de los ladrillos de los que estamos hechos; mientras dejamos que el Gran Alfarero moldee el frágil barro que somos.

Entre las cosas que aguardamos en el Paraíso está el cumplimento de esta promesa: “La obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal.” (Isaías 65:22.)
Jehová es muy amoroso en permitirnos aún ahora, poder trabajar en todo lo que sea el deleite de nuestras manos, aunque sea de manera limitada…así es que…¡me voy a seguir tejiendo!…la manta…los tiernos recuerdos…la esperanza…


miércoles, 6 de julio de 2011

"Después vendrá el silencio"



Y…se están cumpliendo los pronósticos sobre que este seria el invierno más intenso de la década. Llevamos varios días con temperaturas y/o sensación térmica bajo cero. Menos mal que al menos hay sol, bueno, eso dicen, yo no salgo de mi rincón ni abrimos la persiana, pero al menos una vez al día trato de ir al patio a ver a Lulita, que está poniéndose al día, tomando sol con su pancita al viento. Si mamá me ve salir, aprovecha para hacerme ver alguna planta que floreció, (hay un cactus chiquito muy bonito, con flores diminutas que me encanta). Son salidas muy breves, escasos minutos pero los disfruto.
Muchas veces ella me llevó a la cama macetas grandes, colgando de flores, para que las viera cuando no podía levantarme.


Llevo varios días muy engripada y con faringitis, Damita también, ella está tomando antibióticos y ya está mejorando. Yo prefiero tomar medicamentos homeopáticos, van más lento pero al menos no dañan el estómago, ya no resisto los remedios agresivos. La estoy pasando muy mal, pero hay que tener paciencia, como le decía a Damita:

- Me envuelvo bien en una manta, me quedo quietita…y espero….
-  ¿Esperar qué?, preguntó ella.
- Que pase…esperar que pase, le respondí.

Y sí, no queda otra, son enfermedades que tienen su ciclo, sólo hay que cuidarse y esperar…
Lo mismo sucede con este sistema en decadencia y sus males…el espacio de tiempo que tiene permitido se le acaba…sólo tenemos que cuidarnos espiritualmente, ayudar a otros a hacer lo mismo…y esperar…esperar que pase…
Con todas las cosas que nos duelen y no podemos modificar, sólo podemos hacer eso: aferrarnos fuerte a Jehová y esperar...Él a su tiempo hará que pasen...

Las noches han sido especialmente difíciles, me molesta la tos y no puedo toser con el respirador, tengo que sacarme la máscara para toser…y es a cada rato. Y no puedo dormir sin el respirador, me quedo sin respirar…es muy problemático ese tema…

En lo que doy vueltas y vueltas, pasando el largo tubo de un lado a otro, cuidando de no acostarme sobre él, parece que los sonidos de la noche se potencian en el silencio, a algunos los disfruto, como ser los fuertes ronquidos de Lulita que duerme pegadita a mi lado (tengo que moverme con cuidado para que no se caiga o la golpee con el tubo como manguera del respirador).

Pero hay otros sonidos que sobresaltan y angustian: las sirenas de alguna ambulancia, policía o bomberos que toda la noche se la  pasan corriendo de un lado a otro de la ciudad.
Orar es siempre el mejor remedio a toda inquietud, incluida esa. Luego de conversar con Jehová, si aún no logro dormir, escuchar lo cánticos con coros es un bálsamo.
Estas noches de insomnio y molestias, cada vez que escuchaba las sirenas venían a la mente estos versos, que nos trasportan al otro lado de Armagedón:


DESPUÉS VENDRÁ EL SILENCIO

Pronto esta apaleada tierra,
este planeta triste y perturbado,
ha de abrigarse con un manto nuevo,
distinto a todo lo que hubiera usado.

Un manto de silencio
urdido en los telares celestiales
con hilos de sosiego,
con madejas de paz que se devanan
y corren suavemente entre los dedos.

Un silencio bendito, sin quejidos,
sin gritos de dolor ni maldiciones,
sin horror ni metralla,
sin coches patrulleros;
sin sirenas ni alarmas,
ni veloces corridas de bomberos,
sin protestas obreras por un paga escasa,
sin lamentos de madres
reclamando algún hijo que nunca volvió a casa.

Un silencio cual música sublime
sin nada que su esencia contamine.
Sin labios que se muerdan para apagar un grito;
sin manos anudadas
porque conviene más que no se suelten.
Sin piernas refrenadas
porque de nada vale que corrieran.
Sin vientres por el hambre contraídos,
sugiriendo apetencias no saciadas
en la inclemencia de un invierno frío.
Silencio de los campos cultivados
con semillas dormidas en su seno.
Mutismo de las bestias reclinadas
después de un día de trabajo intenso.

Silencio de los niños que descansan
aunque las puertas no se hayan cerrado,
y de padres que oran dando gracias
porque el nombre de Dios se ha vindicado.

 

Álef Guímel
(Del libro “Pan sobre las Aguas)


Mientras espero que pase esta gripe…(y este sistema)…seguimos reflejándonos en el sentir del rey David, quien cantó:

Realmente hacia Dios mi alma está [esperando en] silencio.
 De él procede mi salvación.
(Salmo 62:1)