Esta debe ser una forma rara de insomnio. Tal vez ni ese sea su nombre correcto (le dejo la definición y/o diagnóstico a los que saben).
Lo cierto es que, al terminar el día, cuando lo normal dicta que ya es hora de descansar (incluso el cuerpo mismo lo pide), pareciera ser que comienza entonces el despertar de mi única neurona aletargada y busco todo material posible para leer, estudiar, investigar…dando lugar a una necesidad de reflexionar …y escribir…¡pero ya es muy tarde!
La madrugada anda en pijamas y se sienta a mi lado, muy despabilada, y me habla de los temas más variados e interesantes.
No sé por qué pasa esto cada noche. No sé hasta qué punto es falta de sueño o tal vez sea un ilusorio intento por prolongar el día, por no terminar la jornada. Por no irme a dormir.
¿Será que temo dormirme? No lo sé. No creo. A veces siento que si duermo pierdo tiempo. Tonto razonamiento, lo sé. Pero parece que subyace debajo de este insomnio cotidiano.
O será simplemente que mi reloj biológico está totalmente desfasado. O mal entrenado. Vi un documental que muestra que los hábitos de sueño se pueden modificar con esfuerzo. Y no sé por qué no lo intento.
Oí a personas decir que le temen a la noche, entre otras cosas, porque no pueden dormir bien. Pero yo disfruto mi insomnio. Es un momento callado y de quietud que me permite oírme. Y me llama a expresar lo que el día en su afán obligó a callar.
A veces, sí, no quiero dormir porque temo no despertar. Pero eso sólo me pasa cuando estoy muy mal físicamente, y tengo que hacer esfuerzos por respirar.
Gracias a Jehová, la mayor parte del tiempo ya no pasa eso. Simplemente me gusta quedarme a solas con la noche, dejando que sus mensajes buenos y profundos nutran las raíces y pueda ser mejor árbol mañana, y extender una sombra fresca para quien pase fatigado a mi lado.
Tal vez sea un anhelo muy pretencioso.
Bueno, ya el salmista bajo inspiración habló de nutrir las raíces con la palabra del Altísimo…un deleite a todo tiempo: “día y noche”…un deleite nocturno, particularmente para mi. (Salmo 1:2,3)
A veces intento dormir, luego de haber leído y fortalecido el alma…pero doy vueltas de un lado a otro y de solo estar comienzan a asaltarme cuanto pensamiento inquietante (hasta descabellado) pueda ocurrirse. ¡Cuánto agradezco entonces el poder estabilizador de la oración! Esos momentos de diálogo profundo con el Hacedor y Formador de cuánto existe…son momentos sublimes que trocan inquietud por calma; desasosiego por paz.
Y entonces sí, llega el momento de disfrutar del descanso necesario, de calmar la mente viajera, amarrar los sueños en puerto seguro y echar anclas en la noche cubierta de estrellas que me arropa por dentro.
“En paz ciertamente me acostaré
y también dormiré,
porque tú, sí, tú solo, oh Jehová,
me haces morar en seguridad.”
(Salmo 4:8)
(Salmo 4:8)