lunes, 24 de febrero de 2014

Diario de Viaje...y una emotiva noticia...

 
Tiempo lluvioso. Mi ventana está cerrada, pero imagino el gris vistiendo el horizonte, sirviendo de fondo para resaltar el frondoso verde de los árboles.
Al fin llegó el alivio al agobio de este verano que batió records de temperaturas altas sostenidas.
Nuestra vida, como el clima, siempre está llena de cambios, y vamos trazando la ruta para alcanzar la meta, mientras vamos modificando lo que haga falta para seguir, sin detenerse.
 
Algunos recuerdos bonitos forjados en el camino: un breve paseo por unos cuatro días, a los Valles (a Colalao del Valle y Cafayate), breve pero rico en experiencias.
Colalao del Valle es un pequeño pueblito detenido en el tiempo, de solo unos 700 habitantes, a 181 km de aqui, con un clima ideal para enfermos reumáticos.
Nos quedamos solo un día, en lo de Remigio, el compañero de trabajo de Waldo que nos vendió la casita aquí para irse a vivir en esos valles tan serenos, de sol plenos. Fue un buen y generoso anfitrión, nos acompañó en una caminata por el pueblo, se detenía en  varios lugares y nos contaba las historias de cada casona antigua, de cada lugar...eran sus vivencias de infancia, en los momentos de esplendor de los grandes terratenientes de la zona...fue muy emocionante oírlo y revivir tantas historias rescatadas del tiempo y el olvido.
 
Por ejemplo, cerca de la plaza del pueblo, nos detuvimos frente  a una casa grande, abandonada, y nos contó que ésa era su escuela cuando niño. Él hablaba y yo no podía dejar de imaginar que esas paredes, con profundas grietas, (como hondas cicatrices), algún día estuvieron llenas de voces de niños jugando...lo imaginaba a él correteando por el patio y a sus maestras procurando mantener el orden. Me parecía que veía los jardines de entonces, y era como si el perfume se hubiera quedado en el aire...
Él ya está jubilado, dejó la ciudad para reencontrarse con sus recuerdos, con sus raíces....me emocionó...
 
Algo que nos impresionó a Waldo y a mi, fue lo que nos contó al detenerse en una esquina, por la ruta que atraviesa el pueblo y sirve de calle principal. Hay allí una casa muy grande, que ocupa toda la esquina pero que otrora, ocupaba toda la manzana. Nos dijo que perteneció a una familia muy rica, dueña de todas las tierras alrededor. Nos contó de las grandes fiestas que allí se daban y los ilustres visitantes que la frecuentaban.
Él hablaba y yo regresaba en el tiempo, y escuchaba las voces felices de tanta gente, vestidas con sus mejores galas, disfrutando la música de algún vals en sus grandes salones, con lujosos muebles, mientras los más pequeños correteaban por las enormes galerías cubiertas de madreselvas y enredaderas floridas de la zona...
 
Y hoy no queda nada. Nada. Ni sus dueños. Sólo una enorme casona deteriorada, cargada de historias y llena de mensajes que nos recuerdan lo efímero del hombre. Una postal de la fragilidad humana. Sí, somos una neblina que se desvanece. “Toda carne es como hierba, y toda su gloria es como una flor de la hierba; la hierba se marchita, y la flor se cae,  pero el dicho de Jehová dura para siempre”. (1 Pedro 1:24, 25)
Un recordatorio de usar bien nuestro tiempo concedido. Una razón más para agradecer el que Jehová nos tome en cuenta y nos rescate para vida eterna...
 
Al día siguiente viajamos unos 34 km más al norte, rumbo a Cafayate, tierra de viñedos extensos y conocida por la calidad de sus vinos.
Mientras íbamos en el ómnibus, escuché el diálogo de dos señoras que iban delante nuestro, una muy ancianita y la otra más joven. Comentaban lo sorprendidas que estaban por el desborde del río. Al hablar, se sentía el acento propio de esa bonita región rural. Me encantó lo que la señora mayor dijo, fue un comentario que reflejaba esa sabiduría lugareña, donde se respeta profundamente la tierra. Ella dijo:
 
.“El río es dueño de la tierra. Él entra por donde quiere. Nadie puede detenerlo. Porque él es dueño.”
 
Me quedé con esa frase, llena de evocaciones ancestrales. Y recordé otra que había leído días antes, también de una señora de los valles, de los pueblos originarios. Doña Isadora es coplera, canta coplas acompañadas de un instrumento de percusión llamado Caja. La copla no es sólo canto, es el grito del indio de siglos. Como dijo ella:
 
. “La copla es origen, la copla es el indio venciendo al olvido”.

En tan pocos kilómetros había retrocedido siglos, hasta antes de la conquista española y de pronto estaba rodeada de las voces de los pueblos originarios, con su tremenda cultura, sabiduría y arte.
 
Ya en Cafayate, nos quedamos en un pequeño hotel familiar, atendido por sus dueños, muy cálido y acogedor, a solo media cuadra de la plaza. Nos venía muy bien que fuera así porque no puedo andar mucho, así es que cada día hacíamos ese breve recorrido, nos sentábamos un rato, y luego visitábamos las muchas ferias y mercados artesanales que hay en los alrededores. Y luego volvíamos a descansar en algún banco de la plaza, a la sombra de enormes árboles, rodeados de imponentes cerros...una vista preciosa.
 
Uno de esos días, mientras aprovechábamos de andar por la siesta cafayateña, nos llamaron Damita y Ezequiel, bueno, todos los días hablamos, pero ese llamado fue especial. Me pidió que pusiera el altavoz del celular para que escuche Waldo porque había algo que querían decirnos. Luego de algunas vacilaciones, con la voz de emoción cargada, ¡nos dio la noticia de que seríamos abuelos!

Sí, nuestra hija, nuestra Damita, será mamá...estábamos muy emocionados y conmovidos. Era una mezcla de sentimientos, de emoción profunda pero a la vez, de preocupación por su salud. Nos pidió que no contáramos nada hasta confirmar todo nuevamente. Pero ya está. Ya nos dieron luz verde para compartir nuestra emoción. Ya le hicieron la primera ecografía, todo bien...el bebecito es apenas un botoncito luminoso que late todo...es puro corazón...¡qué milagro maravilloso es la vida!
Oramos que todo esté bien, que Jehová cuide de Damita y el bebé, que sea un siervo suyo que lo ame de todo corazón...
Los futuros papá y mamá están muy emocionados e ilusionados, nos alegra verlos así...
 
Así es que ahora Cafayate sumó otra razón más para ser especial para nosotros pues allí recibimos esta noticia que cambia nuestras vidas, la de toda la familia.
 
Teníamos  poco tiempo y yo casi no podía caminar por lo terriblemente hinchados que estaban mis pies, pero queríamos conocer algo más, así es que decidimos ir en taxi al Divisadero y el Rio Colorado, a unos 7 km. Allí convergen dos ríos, hay varias cascadas, arte rupestre, dos quebradas y mucho, mucho para recorrer. Pero como no podía andar, nos conformamos con bajar un ratito al río y mojarme los pies, con la frías y cristalina agua de montaña, y luego descansar a la sombra de un árbol. Para ver las cascadas había que cruzar el pedregoso río, trepar por senderos rocosos y Waldo y yo ya no estamos para esas aventuras, aunque nos hubiera encantado...
 
Al llegar hay un precario letrero que dice “Bienvenidos al Divisadero, Comunidad de la Nación Diaguita”. Un mensaje demasiado profundo y grande para el letrero que lo contenía. Era una invitación más a retroceder en los siglos y nos daba la oportunidad de conversar con personas diaguitas, los primeros pobladores de la zona. Una fuente de información dice:
 
Diaguita es la denominación de un conjunto de pueblos independientes, que tenían un idioma común conocido como el cacán, ubicados geográficamente en los actuales noroeste de Argentina -especialmente en los valles Calchaquíes- y en el Norte Chico de Chile, que a partir de 850, desarrollaron arqueológicamente la cultura santamariana que se caracterizó por su gran riqueza, por sus poblados organizados, el uso de metales y la alfarería- y que opusieron resistencia tanto a la conquista del Imperio Inca -entre 1471 y 1533- como a la del Imperio Español, en el siglo XVII, durante las Guerras Calchaquíes.
 
Todo está cargado de historia. Pudimos hablar con una señora que registra en un libro a cada turista que entra, lo hacen por razones de seguridad, para saber quien falta al caer la tarde para ir a buscarlo con la policía de turismo allí apostada, para que no se pierdan en semejantes soledades.
No quería dejar pasar la oportunidad de conocer más sobre los diaguitas, así es que le pregunté todo lo que pude en el breve tiempo que tomaba registrarnos:
 
-¿Cuántas persona quedan de su comunidad?
- “Somos 80 familias esparcidas en el cerro”
- ¿Cómo se organizan? ¿Quienes son las autoridades?
- Nos organizamos en varios Consejos: Consejo de Ancianos (me sonó muy teocrático), Consejo de Mujeres, Consejo de Jóvenes...todos participamos en las decisiones. Y el Cacique escucha lo que dicen los Consejos
 
Le pregunté sobre las creencias y religión y algunas costumbres...hubiera querido extender la conversación pero teníamos que dar paso a los demás turistas. Lamenté no haber llevado tratados para dejarle. Fue muy amable y le agradecimos su gentileza.
 
A unos metros de allí hay un sencillo puesto artesanal, donde uno de sus hijos hace trabajos en cerámica hermosos, qué artesanos tan exquisitos que son...estábamos fascinados...
Al despedirnos conversamos brevemente con otro artesano, él hace trabajos tallados en madera. Nos preguntó si nos había gustado la visita y le dijimos con entusiasmo lo encantados que estábamos. Se puso contento. Nos contó que el día anterior se habían reunido allí todas las copleras de la zona. ¡Cuanto lamenté no haber estado! Me hubiera gustado oírlas.
Le dije que yo quiero aprender a cantar copla y se sorprendió. Con una amplia sonrisa en su rostro curtido por el viento dijo:

-“Qué bueno que quieran integrarse
 
Luego vino el mismo taxista a recogernos a la hora que le habíamos pedido, y dejamos atrás, ya con nostalgia, ese puñado de historia viva.
 
El último día debíamos desocupar el hotel a las diez de la mañana, pero el viaje recién era a las dos de la tarde. Así es que agradecidos profundamente la generosidad y hospitalidad de Javier y Noemí, los amigos de Animaná, a unos trece kilómetros de allí. Javier vino a buscarnos en su auto, nos llevó, preparó una riquísima pizza casera, su especialidad, y luego nos llevaron de vuelta, ya a la terminal para regresar.
 
Fue un viaje breve y cercano...¡pero cuanto bien nos hizo! Estamos agradecidos de haber podido ir, y de todos los mensajes sutiles que nos rodearon, de tantas lecciones de vida para meditar y apreciar...
 
Ya en casa nos esperaba emprender otro recorrido: ¡por médicos! En eso estamos, ya fui al Neumonólogo, ya me hizo algunos estudios de rutina: la capacidad respiratoria apenas llega al 50% (tenía 40% el año pasado), así es que sigo sin aire suficiente.
Tengo una pierna “que me falla”, jaja, es que está ahogada y no responde al caminar. El médico de cabecera me mandó a un cirujano cardiovascular. Eso y mucho más queda pendiente para estos días...
 
Pero me quedé con los ojos llenos de valles, de viento, de cantos, de danzas, de historias, de montañas y ríos, de viñedos y arena, de cactus y flores...en fin...llenos de vida...
 
 
Parte de lo que no pudimos  trepar, tomado de la web:

Waldo y Remigio

Una breve parada en Tafí del Valle

 
 Waldo en el Divisadero


Aguita fresca de río
 
 Ahhhhhhhh...¡qué alivio!

Lo que no pudimos cruzar

 
 
 
 

martes, 4 de febrero de 2014

Sol ardiente y flores

























Estaba deshojando el último día de enero cuando comencé a escribir el borrador de este mensaje, no quería que terminara enero sin cruzar la pantalla para sentarme a su lado y contarles algo de este agitado mes de estío.
Pero Febrero entró corriendo y no me dio tiempo a terminar de escribir, así es que aquí vamos de nuevo, tratando de condesar un mes completo tan sólo en un mensaje.
 
El verano por aquí sigue marcando récords históricos por las temperaturas extremadamente altas. Esperábamos que las lluvias trajeran alivio, pero no, está completamente cambiado el clima. Aún en las lluvias propias de la estación el calor no da tregua, y la salud se resiente.
Pero no puedo quejarme, a pesar del dolor y agotamiento nuestro de cada día (¡y del calor!), he podido moverme un poco más: el jardín y los árboles frutales de la casita me obligan a hacerlo...y me hace bien.
 
Damita y Ezequiel se fueron unos días de vacaciones, así es que nos quedamos de cuidadoras con mi mami unos días allá, (a unas 18 cuadras de mis padres, donde estamos Waldo y yo), y aproveché para trabajar con las plantas. Es un deleite. Luego descansaba debajo de los árboles y “disfrutaba de ver el bien por todo el duro trabajo”. (Eclesiastés 2:24)
A la siesta, no quería ni ir a acostarme a la cama por quedarme debajo del árbol de palta, así es que improvisaba una camita ahí, para disfrutar del viento cantando en las hojas...hermoso...era un arrullo...
Pero paradójicamente, no podía dormirme porque me faltaba el aire...¡con tanta brisa...y no podía respirar! Así es que tenía que entrar y ponerme el respirador...
Además, no me relajaba mucho pues de tanto en tanto echaba un vistazo arriba y veía que las paltas están creciendo...al igual que las naranjas y duraznos...a este paso, tendremos que andar con casco por el jardín...pues “lloverán” frutos...
 
Waldo también  hizo un viaje veloz a Cochabamba, Bolivia, a ver a sus papis. ¡Yo tenía tantas ganas de ir!! La verdad, me quedé llorando, ¡¡anhelo viajar!!...pero mi estado general no resiste viajes tan largos. No sé que les pasa a mis piernas, es desesperante el dolor y se hinchan muchísimo, los pies y tobillos parecen una pelotita, a veces siento que la piel de los tobillos se va a cortar con tan solo pisar y dar un paso, debo mantenerlas en alto...en fin..hay que empezar a recorrer por los médicos...ya me toca...
 
Cómo hay 10 árboles frutales en la casita (ahora se sumó un limonero), estoy buscando información para aprender a cuidarlos, cuándo y cómo podarlos, qué fumigación precisan, cómo y cuándo abonar la tierra, etc. También quisiera hacer un almácigo con semillas de flores de alelí y conejito gigante, además de la huerta de la que espera encargarse Waldo cuando nos mudemos allí. No es grande el terreno pero aunque sea un poquito de cada cosita quisiéramos poner.
Tenemos que aprender todo esto pues será parte de nuestro trabajo eterno en el Paraíso: cuidar la tierra y hacerla un bello jardín.
 
Este calor extremo y sostenido nos agota a todos, pero a los enfermos más aún. Todo el tiempo las autoridades advierten por radio y televisión de los cuidados que hay que tener para evitar los golpes de calor y en qué horarios es preferible no salir. Yo estoy adentro casi siempre, salvo cuando vamos a la casita y allí sí me quedo a la sombra de un árbol y no quiero entrar, pareciera que quiero llenar los ojos de verde y brisa para traérmelos cuando regreso a mi rincón...

Ese agobio debilita mucho y hasta la Neuronita parece que está deshidratada y no tiene muchas fuerzas para dictarme algo para escribir...
Pero gracias a Jehová, sigo aquí, aunque a veces más callada por este cansancio cotidiano, pero sigo aquí, tratando de hacer algo, aunque poco, pero que sirva para hacer que mis días cuenten, siempre agradecida por la vida y las cosas buenas y maravillosas de las que aún disfrutamos, los afectos, una flor, unas gatitas, unos árboles que cantan en el viento, o un precioso cielo estrellado de verano...
 
Estoy convencida de que por más duro que sea el camino, siempre hay pequeños gestos y detalles que nos alegran la vida...sólo hay que estar atentos para poder verlos...