jueves, 2 de agosto de 2018

Tarde ventosa




Hace frío y no puedo salir.
La cama al lado del gran ventanal
es un consuelo,
es una manera de estar en el patio…
sin salir a él…

Hay bullicio dentro de la casa,
Jaelita juega a mi lado, todos hablan,
tomo unos mates calientes
y, sin salir de mi cama,
me escapo detrás de las ventanas…

Los árboles se mueven con vehemencia.
Las ramas, zarandeadas,
dejan caer sus últimas hojas secas…
y siento en el rostro ese viento fuerte,
removiendo de mi alma
las hojas inertes que dejó este invierno,
tan frío, tan duro…
por fuera y por dentro…
que dejó este cuerpo y mente
casi reducido a cenizas.

Pero quiero levantarme del polvo,
Tú lo sabes, Amado Dios,
por fuerzas a ti acudo, noche y día,
mi alma espera en silencio,
sé que me levantarás…
el polvo mismo no puede alabarte…
permíteme las fuerzas para poder hacerlo…
Tú que andas sobre las alas del viento…
llévate por favor lo que por dentro oprime,
permíteme elevarme, como hoja al viento,
sobre las ataduras que mantienen
a este cuerpo cautivo de tantas dolencias… (*)    

Sólo pensarte reconforta mi espíritu…
mis fuerzas renuevas al saberte cerca…
sigo aquí…
pero remonto vuelo contigo…
sobre las alas del viento…


"Bendice a Jehová, oh alma mía … [ ]
Aquel… [ ]  que anda sobre las alas del viento."
(Salmo 104:1,3)



Nancy
2-8-18



 * Llevo 25 años con enfermedades sistémicas dolorosas, crónicas, progresivas y debilitantes, que me mantienen recluida en casa, en cama mayormente.

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