martes, 19 de noviembre de 2013

“Los Acuña”

 
A lo largo de los años transitados en este camino angosto, pero feliz, conocimos a muchas personas de corazón puro que buscaban  respuestas y consuelo. Buscaban a Jehová a tientas.
Entre esas personas estuvieron Azucena, Graciela y Marcela, tres miembros de una misma familia. Ya han pasado unas tres décadas desde esos días de estudio y siguen perseverando frente a distintos tipos de aflicciones.

Les escribí una carta, y se la dejo  aquí con el deseo de acercar ánimo y encomio a otras familias de siervos fieles de Jehová que perseveran día a día, como:
 

 
 
“Los Acuña”
 
 
Querida Familia:
 
 
La de hoy fue una reunión especial en lo que tiene que ver con los afectos. Me emocioné al ver presentes a 15 miembros de su familia. Es una bendición tener a los abuelos, hijos, nietos y bisnietos juntos en la reunión.
Y es un privilegio haberlos visto crecer en la verdad…¡y multiplicarse!...
 
Hoy me senté atrás (normalmente suelo sentarme más adelante, para verle el rostro al orador), y no pude evitar empezar a contarlos…y recordar esos años en que los conocí y tuve el privilegio de estudiar con algunas de ustedes. Ése tiempo en que “los Acuña” eran sólo papá, mamá, tres hijos y dos dulces nietitas pequeñitas, a quienes cargué en brazos mientras estudiábamos con su mami.
 
También me dieron el honor de servir de testigo del matrimonio civil de dos de ustedes, de verlos formar sus familias…la llegada de cada uno de sus hijos, de compartir sus alegrías y sufrir lo que les duele…
 
Ver a los hijos de los hijos crecer y formar sus propias familias…y ahora pensar en “Los Acuña” envuelve también pensar en los Acuña (hijo), en los Garófalo, los Medina, los  Moreno, los Parfeniuk…y lo más hermoso de todo, es que siguen todos andando y creciendo en la verdad…es una gran bendición la que tienen, algo que muchos quisieran tener.

Miren a su alrededor y verán a tantos hermanos que luchan solos en la verdad y que cuando regresan a casa de las reuniones no pueden compartir con nadie el estímulo recibido, ya sea porque sus familiares no adoran a Jehová, o porque literalmente viven en una soledad no deseada.

Cuiden ese tesoro particular que tienen, que nada ni nadie, ni siquiera sus propias inquietudes, les prive del gozo de seguir sirviendo unidos al Altísimo que quiere verlos pasar juntos al Paraíso que tanto anhelamos y ver realizada nuestra esperanza eterna.
 
Gracias por permitirme ser parte de su familia, ustedes también lo son de la mía. Y mejor aún, todos pertenecemos a la familia y hermandad mundial que adora al Creador de cuánto existe. Todos “pertenecemos a Jehová.” (Romanos 14:8)
 
No me di cuenta a tiempo, recién al llegar a casa, pensando en ustedes, pensé qué bueno hubiera sido tomarnos una foto juntos, aprovechando que la mayoría de la familia estaba presente (*)….pero les tomé una foto con el corazón y la tengo bien enmarcada, con flores y brillos dorados…
 
“Que nuestro Señor Jesucristo mismo y Dios nuestro Padre, que nos amó y dio consuelo eterno y buena esperanza por medio de bondad inmerecida, consuelen sus corazones y los hagan firmes en todo buen hecho y buena palabra.”  (2 Tesalonicenses 2:16, 17)
 

Con amor y gratitud

         Nancy
         07-11-13
 
 
(*) Están dispersos en otras congregaciones y ciudades; Marcela y su familia viven en Mendoza, a unos 1.150 km de aquí
 
 

Mientras repasaba esta carta para dejarla aquí, recordé estas palabras del apóstol Juan al expresar sentimientos con los que nos identificamos:

No tengo mayor causa de [sentir] agradecimiento que estas cosas:
 que oiga yo que mis hijos siguen andando en la verdad.
 (3 Juan 4)
 
 
 
 

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