sábado, 5 de octubre de 2019

Flores sobre espinos



Me tocó crecer y vivir con dolor.
Todo tipo de dolor:
Físico, mental, emocional.
Y no soy la excepción.
Lamentablemente,
es algo demasiado común.
Una realidad no deseada
ni planeada por el Dios Feliz.
(1 Tim.1:11)

Pero eso no quiere decir
ni supone automáticamente,
que no se pueda ser feliz.
Hay plantas que florecen
en rendijas de piedras,
en suelos áridos,
o en medio de agudas espinas
como las flores que coronan los cactus.

No me gusta la palabra Resignación.
Desde mi modesta perspectiva,
la siento como con un toque negativo.
Prefiero  la Aceptación.
No me peleo con lo que me tocó
en la vida, ni es algo que me haga feliz.
Sólo lo acepto como lo que es,
y busco algo bueno dentro de esto
que me sirva de piedra donde apoyarme
para seguir hacia arriba
y no caer por la pendiente.

Sé que el camino se hará
cada vez más cuesta arriba.
Y también sé que no estaré sola
y que tengo tanto, tanto que agradecer…
El Padre Tierno no ha dejado
de sostener mi diestra con la suya
y sigue tirando de mi cada vez
que siento que resbalo al abismo.

Mi vida está sembrada de flores
que se elevan sobre espinos,
colores que pintan mis días
de tantos afectos, amigos
que refrescan y nutren mis raíces
sin importar lo pedregoso del camino.


“Jehová siempre te guiará y te saciará
incluso en tierra reseca;
fortalecerá tus huesos,
y serás como un jardín bien regado,
como un manantial que nunca se agota.”
(Isaías 58:11)



Nancy
4-10-19


Seguir, sobre piedras o espinos…seguir…



La vida en este sistema a veces pareciera ser una continua sucesión de duelos: de pérdidas, algunas grandes, inmensas y profundas. Otras más tolerables respecto a lo menos intensa que sea la angustia que generan.
No sólo perder a un ser querido. Perder la salud. La juventud. Las fuerzas. Una mascota. Una mudanza. La enfermedad crónica. La vejez, de los padres. De uno mismo. Amigos que se mudan. Amigos que nos visitan y regresan a su lugar y no sabes si los volverás a ver. No dejan de ser pérdidas. Porque los buscas, extrañas. Y no están.

A veces no dejan de ser sólo cambios de circunstancias, y quizás para algo mejor. Pero al tener que dejar atrás algo a lo que ya se estaba apegado, es común que sobrevenga la nostalgia, la ausencia, impotencia, soledad, o tristeza.

Un sicólogo y escritor se refirió a esto como “El camino de las lágrimas”. Él opina que, lejos de ser algo negativo, es algo que contribuye a  seguir creciendo como personas. Son cosas inevitables que terminan definiéndonos. De nosotros depende, en gran manera, la clase de personas que resultaremos luego del fuego al que la adversidad nos somete.

Obvio, no estamos solos en este camino de dolor no ideado ni deseado por el Padre de las luces celestes de quien  solo vienen regalos buenos y todos los dones perfectos. (Santiago 1:17)
En su mente y propósito ya está diseñado el Camino de Felicidad que muy pronto reemplazará al doloroso que por ahora transitamos.
Y mientras tanto…¿cómo seguimos?

Gran parte de las situaciones dolorosas no dependen de nosotros, no podemos evitarlas o modificarlas. Otras sí. Pero en todos los casos, sí podemos elegir cómo enfocarlas, cómo enfrentarlas…cómo seguir…y qué hacer con esto…

Una cosa es segura: solos no podemos. Necesitamos de Quien tiene una vista privilegiada de toda situación, desde su posición excelsa, de la sabiduría del Creador, que conoce nuestras emociones mejor que nosotros mismos, lo que nos hace felices y lo que no.

En definitiva, el Único que tiene el derecho y autoridad para decirnos lo que está bien  y lo que está mal…que nos indica el camino a seguir por amor…pensando siempre en lo mejor para cada uno…sólo depende de dejarnos guiar…y así podemos seguir, sobre espinos, sobre ausencias, sobre todo dolor…seguir…sin perder la esperanza…y sobre todo…sin perder la paz, ésa que ningún hombre puede comprender, porque no viene de nuestras fuerzas agotadas. Viene sólo de  Él. (Filipenses 4: 6,7)


“No se angustien por nada. Más bien, en cualquier situación, mediante oraciones y ruegos y dando gracias, háganle saber a Dios sus peticiones,  y la paz de Dios, que está más allá de lo que ningún ser humano puede entender, protegerá sus corazones y sus mentes por medio de Cristo Jesús.”
(Filipenses 4:6, 7)



Nancy
4-10-19