¡No me gusta el frío! ¡Otra vez!. No puedo evitarlo. No quiero repetir esa frase cada vez que de frío me estremezco. Pero no puedo evitarlo. Me sale sola la exclamación. No tiene sentido. No logro nada con decirlo. Pero no puedo evitarlo. Es una expresión que sale como volcán con cada gélido estremecimiento. Cuando me doy cuenta…ya lo dije…y me tapo la boca como niño que expresó mal lo que quiso decir…porque sé que es parte de las estaciones que matizan el clima desde el comienzo de los tiempos…y sé que a muchos les encanta…(y sí, también me gustan los paisajes nevados…para verlos por la ventana al lado del calor envolvente de una estufa o chispeante chimenea).
Y aquí estoy. Acurrucada en mi rincón con los brazos cruzados como si estuviera con un chaleco de fuerza, tratando de retener el escaso calor que este cuerpo medio congelado pueda generar. ¿Será mi pésima circulación?¿O tal vez mi falta de movilidad? ¿O los inviernos son más fríos? Aunque dicen los que saben que “inviernos eran los de antes”. De antes que yo nazca. Al menos por aquí.
Y no sé porqué tengo que estar escribiendo del invierno si es la estación que menos me gusta. Todo lo que duele...duele más. Bueno, tal vez por eso escribo esto. Porque necesite expresar lo que pesa y abruma aquí adentro. Como el frío. Como las ausencias. De los que ya se durmieron, y de los que temo se duerman…
Sí…será por eso que este invierno está peor,
a pesar de que brilla el sol sobre el cielo azul…
Descansa Nonito amado…
Descansa querido Héctor...
Descansa Lira, amiga del alma...
Y se hace larga la lista
de los que guarda la memoria…
Tejeré una abrigada manta
con sus cálidos recuerdos,
sus risas y enseñanzas,
para abrigarme el corazón
cuando siento frío,
para esperar que regresen
los pájaros y las flores…
después de todo…
ya falta menos
para que sonría la Primavera…