
Hay momentos que están cargados de sentimientos encontrados, cuadros llenos de luz y a la vez, con tintes grises de nostalgia y ausencia, pero siempre con la esperanza como color de fondo, predominante.
Ayer en la tarde se pintó uno de esos cuadros. Estaba ansiosa y preocupada por no conseguir un estudio bíblico que pueda venir a casa y por otro lado, es duro darse cuenta que ahora no puedo conducir uno yo sola por el agotamiento y falta de aire al sacarme el respirador para hablar.
Pero Jehová-yiré también en esto.
Abel, un joven publicador de nuestra congregación al que conocemos desde niño (uno de los nietos postizos de mi mami: ella le condujo el estudio a Susana, su mamá), se ofreció para traer a casa a José, un joven de 23 años que está progresando muy bien en su estudio, recién están en el cap.4 del libro Enseña, no falta a las reuniones y ya se matriculó en la Escuela del Ministerio Teocrático y es un placer oír sus comentarios.
Tuve que hacer algunos arreglos para poder estudiar, como no puedo leer del libro, acomodé la silla de ruedas-camita al lado de la computadora y así leer del libro Enseña en el CD-Rom WT, con la letra bien grandecita (“para verte mejor”, dijera el lobo a Caperucita, jaja). Y acomodamos dos sillas al frente (Les debo fotos, para la próxima).
Disfrutar de poder participar en el estudio, ver el amor y aprecio tan grande de José por lo que va aprendiendo, ver a Abel con tantas cualidades docentes…fue la parte azul del cuadro, lleno de serenidad e íntima paz al alma. Hoy, recordando tan buenos momentos, surgieron los otros tonos: los grises y de ausencia…permitánme contarles una historia que guarda el corazón para poder entenderlo.
Hace poco más de 20 años, siendo una joven precursora, Jehová me había bendecido con varios estudios bíblicos, entre ellos algunas jovencitas adolescentes que llegaron a ser muy amigas entre sí. Entre ellas, la que más trabajo daba fue mi querida Fabiana, hermana mayor de Abel. Ella era todo un desafío a la gran paciencia, hacía cosas como para desanimar a cualquiera de estudiar, pero a la vez, no quería dejar el estudio. Recuerdo que para hacer el estudio se sentaba frente a la puerta abierta y saludaba a todo vecinito y amiga que pasara por la puerta en medio del estudio. Así que le cerramos la puerta, jeje.
Al terminar un párrafo y pedirle que lea el siguiente, decía:
“-¿Qué?...¿tengo que leer?...” Sus amorosos padres ya eran Testigos bautizados así es que conocía bien todo el procedimiento, sólo quería ver si me cansaba. Era común tener que esperarla a que se levantara y desayunara y se tomaba todo el tiempo para hacerlo. Pero había muchas cosas buenas en ese corazoncito adolescente, más allá de su aparente rebeldía.
Y el tiempo lo demostró.No sólo llegó al bautismo, sino que llegó a ser una precursora muy trabajadora y amorosa, muy querida y se labró un buen nombre en la congregación. Las otras chicas también se bautizaron y las unió siempre una fuerte amistad...y el precursorado en su momento.
Pasaron los años, se casó con un hermano de otra congregación y un día trágico tuvieron un accidente en la moto al ir a la reunión. Él se recuperó de serias heridas. Ella estuvo varios días en terapia intensiva y es uno de los dolores que quedan: no haber podido ir a verla, mi salud se había agravado en ese tiempo. No pude visitarla, aunque sea unos minutos. Y tampoco pude ir a su velatorio en nuestro Salón del Reino. Es un dolor, una herida de esas que sólo cerrarán en el Paraíso, en un apretado abrazo con los amados que regresen de ese sueño profundo no deseado.
Por eso la emoción y sentimientos encontrados al acompañar a Abel en el estudio. Ese niñito tímido y esquivo de ayer, que se escondía al querer saludarlo, ahora es el joven maduro que hace arreglos para que pueda participar en esta faceta del ministerio que tanto amo: conducir estudios. Como lo hice años atrás en su casa, con su hermanita.
Hoy, mientras tomábamos unos matecitos con Waldo, me ahogó la emoción al pensar en todo lo que está envuelto. Las vueltas de la vida…o mejor dicho…es el agua que trae de regreso algún pan enviado hace tiempo (Eclesiastés 11:1). Hoy no está nuestra Faby…pero está Abel, su hermano menor, y ahora, ayudándome a hacer lo que ya no puedo por mi misma. Él no sabe de estos pensamientos (bueno, ahora los leerá).Y no sabe cuánto consuelo ha traído. Bueno, eso si les dije, a él y José, porque ambos desean hacer un arreglo fijo y venir a casa a estudiar cada semana. Dicen que se sintieron muy animados. Pero yo más.
Sí….Jehová-yiré…de tantas formas…
Hace unos años, terminábamos de disfrutar de la visita de un nuevo Superintendente de Circuito y su querida esposa, cuando, a la semana siguiente, súbitamente, un aneurisma cerebral truncó la joven vida de ella. Estábamos todos muy mal. Escribí unos poemas que luego le envié a su esposo. Uno de ellos es este, que refleja lo que sentimos ante esas circunstancias:
DOLOR
Necesitaba este momento a solas.
Los días, las vivencias y angustias,
se suceden tan rápidamente,
que a veces la razón no alcanza
a acomodar los hechos
y asignarles un lugar
en los etéreos estantes de la mente.
¡Cuánto dice el silencio de la noche!
¡Hay tanto que asimilar
y tan pocas fuerzas para hacerlo!
Hay otro rostro querido
que cerró sus ojos en fiel servicio.
Hay otro abrazo pospuesto hasta el Paraíso.
Fragilidad humana...
Niebla de la mañana que se desvanece...
Gracias Padre, por la esperanza,
que al alma mantiene anclada
en las tormentas del dolor.
Nada tiene sentido sin ti, Dios mío.
Sólo por ti podemos derivar
las fuerzas para seguir.
El bálsamo de tus promesas
refresca la mente y el corazón,
y tu Nombre Santo es Faro
inconfundible en la tempestad,
puerto seguro al que anclamos
nuestra vida por la eternidad.
Dáleth
06-11-04
Pero como decía al principio, más allá de los grises del cuadro, predomina la esperanza como color de fondo, la certeza de que no hay dolor ni herida que Jehová, a su debido momento curará eternamente, hasta traer de nuevo a la vida a los que descansan en su memoria.
Y como menciona este párrafo de una Atalaya: “La mayoría de los siervos de Jehová de la actualidad esperan vivir en el Paraíso terrestre y disfrutar de las bendiciones que él ha prometido. Hoy día tal vez consideremos que estas son ‘cosas que no se ven’. Sin embargo, se acerca con rapidez el día en que las veremos con nuestros propios ojos, sí, y disfrutaremos de ellas para siempre. Una de tales bendiciones será el alivio de saber que nunca más tendremos que vivir con problemas semejantes a espinas. El Hijo de Dios ‘desbaratará las obras del Diablo’ y reducirá “a nada al que tiene el medio para causar la muerte” (1 Juan 3:8; Hebreos 2:14).”*** w02 15/2 pág. 22 párr. 21 Cómo sobrellevar “una espina en la carne” ***
Sólo es cuestión de tiempo para ver realizadas las promesas, sólo tenemos que orar para aguantar en fidelidad hasta el fin…
Un abrazo muy fuerte, una rosa y una sonrisa en el corazón y los ojos llenos de esperanza…
Con cariño
Nancy