


¡De nuevo en casita! ¡Al fin! Esta vez no hubo tiempo de anticiparles que estaría ausente unos días, esta internación fue inesperada y súbita y apenas nos dio tiempo a preparar un bolso y ya estaba la ambulancia en la puerta para llevarme.
Había pasado un mes en casa desde la anterior estadía en el sanatorio, estaba muy mal y no había vuelto a tener ningún control médico porque ya no podía moverme. Le pedí a mi médico de cabecera si podía él venir a casa, dijo que sí, pero a los 3 días llamó diciendo que él podía venir pero que no íbamos a solucionar nada así. Dijo: “Te pido un favor como amigo: tenés que internarte para que te vea aquí, en el Hospital y te hagan todos los estudios y ver qué pasa, pero tiene que ser YA. Ya hablé en el Hospital y te están esperando, ya está la cama lista”.
La verdad es que casi lloro, se me hizo un nudo en la garganta porque ya no quería internarme más, la pasé muy mal la última vez y ya no quería más experimentos. Pero también le había pedido a Jehová que me ayude porque me sentía muy mal físicamente y estaba sin ninguna atención médica y a esto hay que seguirlo de cerca. Así es que esta parecía ser la respuesta. Y así fue.
Me internaron el 20 de enero y regresé ayer (5 de febrero) en la tarde, luego de 16 días. Han pasado tantas cosas que no sé por dónde empezar. Sobre todo, tengo mucho, mucho que agradecer: a Jehová por su cuidado tan tierno, por sostenernos y darnos fuerzas, ánimo y la salida en todo momento; a los hermanos de varias congregaciones por la contención emocional y ayuda práctica y hacer 3 turnos diarios para cuidarme; a los médicos por la preocupación e interés que mostraron, a las enfermeras, personal hospitalario y hasta otras pacientes y sus cuidadoras con quienes compartimos la sala que tuvieron siempre buena disposición para cooperarme en cualquier cosa ya que no podía moverme y había un ambiente distendido y amable.
Es verdad, uno tiene que poner de su parte y permitir siempre lugar a una sonrisa, a tratar con bondad y gratitud a los demás e interesarse genuinamente por otros. Y todo lo que damos con cariño siempre vuelve. A tal punto que fue la primera vez que me despedí llorando al salir. Es que esta vez no estuve aislada en cuidados intensivos y pude compartir más con otros y todos fueron muy buenos conmigo y les estoy muy agradecida.
Algunos médicos fueron a despedirme, me dieron sus teléfonos celulares y correo electrónico para que los mantenga informados de cómo sigo. Lo mismo hicieron algunas pacientes y sus cuidadoras que fueron muy bondadosas. Siempre trataba de compartir lo que tenía con ellas, desde comida hasta alimento espiritual: con la ayuda de Jehová y la familia que traía lo que les pedía, pude dejar dos libros Enseña, Los jóvenes preguntan, 5 revistas y una Biblia, y Damita llevará estos días un Aprendamos del gran Maestro y un libro Felicidad Familiar para una cuidadora.
No modificaron el tratamiento por ahora, estamos en una etapa solamente de estudio e investigación profunda: replanteando el diagnóstico. Hace tiempo que mi médico de cabecera dice que tal vez estemos ante una enfermedad que aún no se ha descubierto: Le dije en broma que tendrían que ponerle mi nombre ya que la habría padecido tanto tiempo sin saber. Pero luego de uno de los Ateneos que hicieron los médicos para tratar mi caso, la doctora jefa de la sala me dijo que le pondrían “Síndrome de Luna” (mi apellido de soltera).
Yo me reí y ella me dijo: -“¡En serio!”
Se están manejando varios posibles diagnósticos, descartando alguno que tenía y sugiriendo otros que no tenía ni idea que existían. Pero hasta que no terminemos con todos los estudios no hay una opinión concluyente sobre qué es exactamente lo que piensan que tengo, están investigando todo a fondo. Me vieron médicos Clínicos, neurólogos (por la debilidad muscular), neumonólogos, gastroenterólogos, oculista, cardiólogos, etc, etc. Hicieron una infinidad de estudios, todos los días me hacían algo, hasta el último día.
Quedan pendientes dos resonancias magnéticas para la otra semana y así tener todo listo para enviarme a Buenos Aires, al Hospital Italiano para completar otros que no se hacen aquí, entre ellos, otra biopsia de músculo.
Nos sorprendió el interés de los médicos, ya que el jefe de piso, un profesor muy respetado, y la jefa de la sala, fueron personalmente en taxi a la obra social que tenemos para gestionar mi traslado a Buenos Aires, a más de 1000 km de aquí. Me avisaron cuando regresaron. Prepararon una carpeta bien documentada y la presentaron ayer. Ahora tenemos que esperar pues es un trámite que puede llevar una o dos semanas.
El pedido de traslado en avión incluye a un médico y un acompañante. Esperemos a ver qué pasa.
Mientras tanto, me enviaron a casa para que no esté tan expuesta por la inmunosupresión.
Pero me quedé pensando cómo una misma cosa puede generar sentimientos muy opuestos. Cuando les avisé por teléfono a mis padres que esa tarde me enviaban a casa, yo estaba feliz, pero ellos quedaron muy angustiados, pobrecitos. Entre sollozos, luego me explicó el por qué mi mami:
- “Es que pensamos: cómo pueden mandarla así a mi hija, sin algún tratamiento nuevo, cómo si te abandonaran porque no hay más que hacer”
Lo mismo sintió don Pedro, un vecino que nos quiere mucho, su esposa era Testigo y falleció hace poco. Me llamaba por teléfono a menudo y siempre terminaba llorando, por más animosa que estuviera para que no se ponga mal. Cuando supo que me enviaban a casa y que solo me habían hecho estudios y que faltan más, les dijo llorando a mis padres: “Cómo pueden hacerle eso a mi muñequita, cómo la van enviar así!”
Así es que traté de explicarles a todos que en realidad los médicos hicieron mucho: están estudiando a fondo, desde cero, replanteando todo para ver qué es exactamente lo que tengo pues es muy raro todo: hay cosas típicas de varias enfermedades, un poco de cada una y quieren ver cómo manejar esto para lograr alguna mejoría.
Estoy tranquila, los dolores y el agotamiento siguen igual, pero sé que Jehová está guiando las cosas para que pueda tener algún alivio en este sistema mientras esperamos la vida que realmente lo es. Siempre se lo pedimos en oración, que guíe nuestros pasos y les dé la sabiduría a los médicos para que puedan hacer más llevaderos estos días antes del paraíso.
Y tratando de hacer algo productivo en la espera, retomé el tejido del mantel que hace años quedó como sinfonía inconclusa porque se me había acabado el hilo y no encontraba el mismo. Pero le pedí a mi querido Waldo que me compre alguno lo más parecido para darle el punto final, y si es posible, me encantaría que vistiera la mesa de nuestra Conmemoración este año, sería un gran privilegio. Así es que esa es una fuerte motivación para tejer cada día a pesar del agotamiento y el dolor. Claro, tejo unos puntos y descanso dos horas, pero despacio se llega lejos. Una tía me hizo dos almohadones a medida para que pudiera apoyar los brazos y sostenerlos en la cama para poder tejer (“tejido en braille” le digo yo, jaja… tejo de memoria porque veo todo tan borroso…)
Les adjunto unas fotitos en el Hospital, con Waldo y el mantel a crochet, Jehová mediante, cuando esté terminado se los mostraré bien, si?
Una visita cotidiana que le daba un toque de ternura a los días, era la de una parejita de palomas que se acercaban al amplio ventanal de la sala. Yo estaba encantada, una de las pacientes les daba de comer, pero un doctor le dijo que no lo hiciera porque ensuciaban y promovían enfermedades…pero son tan lindas…Damita les tomó una fotito, se las comparto, como todo lo que me gusta y hace bien.
Después de tantos días sin poder oír las reuniones por teléfono, fue refrescante y fortalecedor disfrutarlas en la noche. Justo la letra de uno de los cánticos nuevos, una vez más, hizo que las lágrimas rodaran solitas e hicieron que el canto fuera solo un murmullo ahogado. En parte dice así:
2 - En la tormenta no has de perder la calma:
el nuevo mundo ya puedes divisar.
Esta esperanza es el ancla del alma
que te protege de naufragar.
Estribillo:
¡Canta feliz, pues el Reino está aquí
y Cristo nos brinda un gran porvenir!
Ya no verás más dolor ni maldad;
sé fuerte y aférrate siempre a Jehová.
Cántico 129:
Aferrémonos a nuestra esperanza
Hebreos 6:18,19
¡Bellísimo!...y tan oportuno...ahhh...son una bendición estos cánticos...
Aún no logro ponerme al día con tantos mensajes llenos de amor que enviaron, Damita los imprimía y llevaba al Hospital y no tienen idea de cuánto bien le hicieron a este corazón cansadito y a toda mi familia, y hasta fue un estímulo para las hermanas que me cuidaban que también los leyeron.Es maravilloso palpar el amor entretejido en nuestra hermandad mundial, reflejo del Dios al que servimos y amamos. Gracias por estar a nuestro lado con sus oraciones y pensamientos y llenar de lucecitas de colores nuestros días grises.
Quedan algunas cositas más por contarles, pero será en otra para no cansarlos.
Waldo, Damita y mis padres les dejan también su cariño y gratitud por todo el amor expresado en sus mensajes, y yo les dejo un abrazo muy fuerte y eterna gratitud por su amistad, amor y oraciones...por estar aquí siempre...a mi lado...donde sea que vaya...los quiero muchísimo...Jehová me los cuide siempre...ya falta un día menos...



















