Hace
frío y no puedo salir.
La
cama al lado del gran ventanal
es
un consuelo,
es
una manera de estar en el patio…
sin
salir a él…
Hay
bullicio dentro de la casa,
Jaelita juega a mi lado, todos hablan,
tomo
unos mates calientes
y,
sin salir de mi cama,
me
escapo detrás de las ventanas…
Los
árboles se mueven con vehemencia.
Las
ramas, zarandeadas,
dejan
caer sus últimas hojas secas…
y
siento en el rostro ese viento fuerte,
removiendo
de mi alma
las
hojas inertes que dejó este invierno,
tan
frío, tan duro…
por
fuera y por dentro…
que
dejó este cuerpo y mente
casi
reducido a cenizas.
Pero
quiero levantarme del polvo,
Tú
lo sabes, Amado Dios,
por
fuerzas a ti acudo, noche y día,
mi
alma espera en silencio,
sé
que me levantarás…
el
polvo mismo no puede alabarte…
permíteme
las fuerzas para poder hacerlo…
Tú
que andas sobre las alas del viento…
llévate
por favor lo que por dentro oprime,
permíteme
elevarme, como hoja al viento,
sobre
las ataduras que mantienen
a este cuerpo cautivo de tantas
dolencias… (*)
Sólo pensarte reconforta mi espíritu…
mis fuerzas renuevas al saberte cerca…
sigo aquí…
pero remonto vuelo contigo…
sobre las alas del viento…
"Bendice a
Jehová, oh alma mía … [ ]
Aquel… [ ] que anda sobre las alas del viento."
(Salmo
104:1,3)
Nancy
2-8-18
* Llevo 25 años con enfermedades sistémicas dolorosas, crónicas,
progresivas y debilitantes, que me mantienen recluida en casa, en cama
mayormente.
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