lunes, 23 de marzo de 2020

Entre cambios y esperanza…



Se han estado agolpando las vivencias, cambios y sensaciones, más allá de lo que he podido procesar para dejar que el sentimiento hable en las letras que escribo.

El mundo ha girado sus circunstancias tan bruscamente que no da tiempo siquiera a evocar esas situaciones que marcaron la vida, como el 15 de marzo de hace 27 años atrás, cuando comenzaba a buscar respuestas a lo que dio vueltas la vida…mi vida y la de la familia. La salud comenzaba su viaje sin retorno al diario deterioro. Y no entendía nada. Me moría de dolor y las fuerzas se marcharon de súbito. Y no entendía por qué.

Tampoco ha habido tiempo, o pensamiento claro, para poder despedir al verano este año. Sólo lo mencioné en casa… “Es el último día del verano”, dije, buscando un momento para dedicarle unas líneas como cuando se despide a un querido amigo, hasta su regreso…

Tampoco pude conversar con el Otoño, como me gusta hacerlo, recibiendo al amigo que partió hace un año y regresa, fiel, a su cita con los árboles que de a poco, comienzan a vestirse con los colores que trajo en su maleta inmemorial…ocre, amarillo, naranja…irán de a poco dominando el paisaje. 
No sé por qué el Otoño trae una especie de nostalgia...pareciera que también me pinta  con sus colores el alma…

No ha habido tiempo para pensar en los detalles que me gustan, esos breves deleites que recojo a lo largo del camino, que son como gotas de rocío que me refrescan por dentro aunque sea muy abrumador el calor de lo adverso que transite…

Un virus con aires de realeza, con corona propia, se ha empeñado en poner al mundo de rodillas y en poco tiempo ha plasmado un escenario de guerra global, una guerra muy desigual, pues es un enemigo invisible que va diezmando naciones sin demoler ni un edificio, sumando cada día sus víctimas por millares.

“Pandemia” llegó a ser el vocablo del que más se habla, contra el que más se lucha y el que más estragos ha causado en esta parte de la historia que nos toca vivir. Y eso que aún no ha mostrado toda su fiereza, y los que saben, dicen que esto recién ha comenzado.

Tragedia que envuelve al mundo y mantiene a todos recluidos en sus casas. Las calles vacías, los juegos quietos y callados en las plazas, el miedo en los ojos de la gente, la incertidumbre ante un cambio total en sus vidas, sin saber qué esperar…

El jinete del caballo pálido galopa sin freno por el mundo entero (Apocalipsis 6:8). En la Biblia representa a la muerte por epidemias y otras causas.

Sin embargo, más allá de la tragedia que se está viviendo…también hay un vibrante grito de esperanza en todo esto. 
¿Cómo es posible que tanto dolor a la vez sea motivo de consuelo?
La respuesta la da el Dios que hizo el cielo, la tierra y toda vida que hay en ella. Su nombre es Jehová, el Padre del Cristo que vino a dar su vida por toda la humanidad. 

Estamos viviendo historia escrita de antemano. Fue Jesús mismo quién dijo que habría “angustia entre las naciones, que no sabrán qué hacer”… que “la gente se desmayará del miedo y la ansiedad por las cosas que van a venir sobre la tierra habitada” y que “habría epidemias”. “Cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.”  (Lucas 21:11, 25, 26, 31).

Ésa es la razón por la que tenemos esperanza, consuelo y paz. Porque todo esto precede al tiempo en que Dios mismo “les secará toda lágrima de sus ojos, y la muerte ya no existirá, ni habrá más tristeza ni llanto ni dolor.” (Apocalipsis 21:4) 

Tal como el faro con su luz potente guía a férreos navegantes en medio de la tenebrosa tempestad, mostrándoles hacia dónde ir para llegar a tierra firme…así podemos seguir seguros, aún en mares de adversidad, sabiendo hacia dónde dirigir nuestros esfuerzos con total confianza, con la fe fortalecida y la esperanza brillante…

No somos inmunes a cuánta tragedia asola nuestra maltratada tierra por ahora. Pero no estamos solos para afrontarlas. “Porque estoy convencido de que ni muerte ni vida, ni ángeles ni gobiernos, ni cosas presentes ni cosas futuras, ni poderes,  ni altura ni profundidad, ni ninguna otra creación podrá separarnos del amor de Dios que está en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Romanos 8:38, 39) 

Así es que, más allá de todo tipo de cambios: personales, de estaciones, de la vida en todo el planeta…siempre pesa más la esperanza, como ancla del alma…


Nancy
23-3-2020
04:35 a.m. hs



3 comentarios:

  1. Como siempre querida Nancy muy conmovedor y animador tu escrito me llega al alma así como a ti el otoño, gracias a Jehova por tan maravillosa esperanza, ansío que llegue ese día no solo porque terminarán nuestras calamidades sino también porque podré por fin conocerte y abrazarte.. Sin que ya un fuerte abrazo te duela... Te queremos mucho

    ResponderEliminar
  2. Desde Venezuela el anterior comentario de Maribel Luengo

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar

Nombre - Localización