Aún recuerdo la emoción
que generaste con tu llegada.
¡Cuánto te esperábamos!
Las pequeñas manos de nuestra hija
esperaban ansiosas estudiarte.
Yo te miraba fascinada.
Siempre quise aprender
a sacar la poesía que nace de tus notas.
Tus teclas en blanco y negro…
¡Ah! ¡Cuántos matices le dan a la vida!
Mi niña creció a tu lado
descifrando tus secretos.
Ahora son las pequeñas manos de su hijita
las que empiezan a acariciarte.
Mis manos no tienen fuerzas,
no pueden imprimirle a tus teclas
la presión necesaria
para lograr que tus cuerdas de acero
vibren y llenen de música el aire…
como mariposas etéreas
con cuerpos de notas…
Más nada impide que de ti
siga enamorada…
Tus teclas en blanco y negro
hacen que vibren las fibras
de las que estoy hecha…
y llenas de bemoles y sostenidos
mis días, a veces grises,
y les pintas tonos pasteles
con tu danza de arpegios y silencios…
Puede que ya no aprenda a escribir
la poesía que brota al tocarte…
pero mi niña si,
y la suya también…
Y yo sigo soñando al escucharte,
mientras vibras en tu caja de madera,
que tiene eco en los rincones de mi alma…
Nancy
7-11-19
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